pupa

-¿Sabés qué pasa? Es que me gustó «moscas». Simplemente eso, me gustó y quiero que sea mi carta de presentación.

-Para eso declará terminado acá el blog, dejá sólo moscas. O, ¿sabés qué? podés editar ese texto, un sólo texto no puede ser muy difícil, lo publicás en cualquier lado y listo, no tenés que escribir nunca más nada, ya está, sos moscas.

Y soy ahora mismo moscas, encerradas en una caja de cristales pardos.

Temo no ser mejor que ese texto, o que algún otro, temo no tener nada más que ofrecer y es por eso que no escribo nada ya. Es cierto que me da miedo la posibilidad de haberme perdido en el camino. Y también es cierto que dudo de si el camino es un avance o un ascenso, o es simplemente un camino hacia afuera. También me cuesta definir el punto de referencia; ¿un avance sobre el mundo o sobre mí mismo? No sé cuál temería más.

Por lo pronto tengo que reencontrarme con las letras. Tengo que confiar. ¡Es tan pronto para estancarse! Además, suena muy ridículo «quedar estancado por miedo a estancarse».

Estoy protegiendo a mi amor propio de la realidad. No está bien. Me sorprendió encontrar un ataque directo hacia mí en un texto de Arlt; me llama «monstruo del amor propio». Dice, tal vez, que la única forma de sustentar la idea de mí que sostengo, es no actuar, no confrontarla con variables reales… O eso le entendí. No me ofendió. Pero me motivó a demostrarle que puedo verme reflejado en cada articulación de la llamada realidad.

(«¡¿Qué diablo de revolución es ésta si no fusilamos a nadie?!»)
(«Si es el tiempo, tan lejano e incomprensible, aquello que nos constituye y, en su huída, nos arrastra; nuestra revolución, la revolución de la carne, de la vida, estará erigida e impulsada por la espesa realidad  de la sangre»)

(La «pupa» es la crisálida de la mosca; posibilidad y sordidez)