cómo escribir bien

Me siento a leer el texto. Mañana tengo examen, y ya es inevitable. Leo un párrafo, ajá. Otro, sí… Otro más… Basta. Apenas he leído una página y ya quiero arrancarle el esternón a la autora… ¿estará esto bien? No, pobre señora, de ella no es la culpa. La culpa es de la profesora que nos da el texto, o es mía. Muchas pruebas apuntan sus armas hacia la profesora, mujer cruel y que ha de saber íntegra a higo rancio machacado con cal. Esta señora impía nos hace cargar con una materia enteramente inútil, a sabiendas de esto, prestándole una excesiva atención que no nos exige ninguna de las otras, las que son realmente útiles, lo sepan o no. La dama pérfida nos fuerza a estudiar (no sólo a leer, que ya sería mucho) el terrible (terrible por lo inútil e inexorable, como son terribles los mosquitos y los dolores de muela) libro de G.R. ¿Y para qué? Para aprobar sus pequeñas y afiladas vallas, sí, pero en verdad, más profundamente, para roernos el alma, para enrostrarnos nuestra ignorancia haciéndonos caer de rodillas y arrastrar por los salones las bocas (jetas, rucas) sangrantes, ardientes del ardor de la soberbia regurgitada y vuelta a masticar y tragar y regurgitar y morder y tragar con la lengua hecha un coágulo empujando para atrás… Pero puede que sea mi culpa, eso dicen algunos hechos. Puede que mi ansia y mis expectativas y mi orgullo sean los culpables de toda esta sangre manchando la pantalla. Puede ser. Puede ser que haya esperado algo muy equivocado de una carrera de Letras… ¿Sí? ¿Tan errado es no esperarme este choque con libros escritos para idiotas neuróticos, o planeado para explicarle el lenguaje a gente caída de Urano? ¿Tan errada está mi paciencia al escapárseme cuando se me pide escribir como si fuera una maestra estúpida de primario dictando clase a pequeños niños de cráneos vacíos? No creo… Creo que este tipo de cátedras deberían ser eliminadas violentamente del plano de lo real. Creo que este tipo de profesoras estarían mejor, y le harían un mayor bien al mundo, barriendo veredas o redactando minuciosas instrucciones para abotonar sacos o subir cierres de pantalones.