over.less

over think…..less think…..

Lo que pasa es que sobre-pienso lo superficial, bah, no, más bien lo que viene de afuera. Pero lo que sale de adentro no lo razono así. Es instintivo. Entonces, todo comportamiento se torna incuestionable, se entiende?

Tengo que buscar la forma de equilibrar la ecuación.

No creo que sea simple, pero debo empezar dándome cuenta de que es lo que está saltando las barreras de la razón.

I´ll try…

opio…

Vengo de allí, de donde mis sentidos se entremezclan y agudizan, o se pierden entre las diferentes ráfagas de sentimientos que atraviesan mi ser. No es largo el camino, ni tampoco hay grandes obstáculos que me impidan visitarlo cuando y cuanto lo desee. Pero no lo hago, y no es por miedo a que pierda esa magia, ese no se qué, no es por eso, pienso, no pienso, sé, que esa cualidad única no se perderá, a menos que yo la deje ir. Es, más bien, por otro tipo de miedo, de miedos, muchos y variados. Miedos que se conglomeran en las puertas de mi razón, e impiden la salida de cualquier ente que pretenda atravesarlas. Es por eso que no lo visito seguido.

Pero me alcanza con golpear su puerta de vez en cuando, volver a penetrar en esa realidad alterna a la mía propia y a la de los demás, porque allí estoy solo, completamente solo, ya que ni a mí mismo me tengo: no soy completamente yo quien entra. Ni mucho menos quien sale: aquel de la sonrisa idiota, del canto a flor de piel, de la necesidad desaforada de correr sin rumbo. Ahora la sonrisa se va borrando, al igual que la imagen en la retina. Es curioso lo de la imagen: cuando estoy allí cambia, y lo se, estoy plenamente conciente de eso, al menos de eso, o cambia cuando salgo, cuando no estoy: idealizo. Pero eso no importa, la idealización no me preocupa en lo más mínimo, sólo me provoca curiosidad, y ni siquiera excesiva, no estoy para excesos, tal vez sea por eso que no vuelvo tan a menudo.

Lo recuerdo, la sonrisa vuelve, algo corre por mi espina dorsal, me estremece. La imagen, que parecía perdida, continúa grabada, distorsionada en su belleza, embellecida aún más, impertérrita. Bella, hermosa visión. Es ella, la hermosura, que en su resplandor inunda la esencia misma de mi ser. Ella es mi opio. Siempre inalcanzable, así, de esa manera, lo es y lo seguirá siendo.

el idiota de la sonrisa

Y el infeliz me mira. Muchos dirían que no tengo motivos para llamarlo de esa manera, varios se dejarían llevar por esa sonrisa radiante que inunda su rostro. Yo no me lo trago, yo no creo, ese pelotudo no me engaña. ¿Por qué me sigue mirando? ¿Por qué tal suficiencia en su semblante? ¿Creerá que la camisita y el maletín lo tornan superior a alguien? Y me sigue mirando. No me saja los ojitos de encima, no borra su sonrisa. Yo le devuelvo la mirada, por supuesto. Pero en la mía no hay rastros de felicidad “divina” alguna, no hay siquiera alegría, ni apenas un asomo de autoconfianza, atributo que desborda los razgos del idiota de la sonrisa. Cada gesto está irrigado del más puro odio. Él no se inmuta. Piensa en lo desdichado que soy, en cuánto bien podría hacerme el ser como el, en cómo estoy desaprovechando mis días, odiando. Yo pienso, en cuán estúpido debe de ser, cuán cegado por vaya a saber qué promesas. ¿Qué ser extraño y retorcido se esconde detrás de una sonrisa como esa? ¿Dónde está lo que no alcanzo a ver? Mejor dicho, ¿qué es?. Qué es lo que mis ojos y mi mente escéptica se niegan a percibir? Hay motivos en este universo para sonreír así? ¿Hay motivos para qué un idiota vestido de persona importante se crea superior a mí por el hecho de creer que tiene motivos para ser feliz y que esta creencia sea su único motivo de felicidad?

Dónde quedó la razón.

«amigo»

Hola «amigo».

Te escribo a vos. Te pongo comillas, sí, que esperabas? Pensás que sos mi amigo, así porque sí, porque es más fácil nombrar sin pensar que efectuar un correcto análisis antes de decir algo. Está bien, tal vez mis análisis no sean correctos, pero eso es un tema para otro momento. Lo que trato ahora de comprender es la amistad. Y te lo pregunto a vos, «amigo», a vos que seguramente tenés muchísimos amigos. Pero no a mí entre ellos, porqué no a mí? Quién sabe. Yo, seguramente, no. Quiero decirte, en este día tan especial, que para mí no todo es tan simple. La amistad es un tema bastante conflictivo en el universo de mi magín. Todo comienza a la hora de establecer parámetros simples de medición: cariño, preocupación, química, tiempo, etc. Hasta el tiempo, que parece fácilmente medible, es bastante engañoso a la hora de instaurarlo como base para la construcción de algo concreto.

Se entiende mi dilema? Si no, no importa, no suelo hacerme entender.

El problema es que ya desde el comienzo se torna imposible una normalización del tema. Entonces me abandono a lo que me parece lo correcto, a pensar que la amistad es algo muy complicado, debe sentirse, y yo no la siento.

So, y’all are my «friends».

Saludos Gei, mi amigo. Y a mis pocos «amigos».

noche, destino, fatalidad

La noche era oscura, su mente se perdía en las sombras, su alma no encontraba lugar en el tumulto de sentimientos y sentidos aturdidos.

El daño se produjo, el no pudo evitarlo.

Cayó en la cuenta de lo ocurrido, su espíritu, que aún no encontraba sitio, tampoco halló consuelo. Se ahogó en el llanto, en el odio, en el desprecio de su propio ser. -Nunca más- pensó. -Nunca más- dijo. -Nunca más- escribió. -Nunca más- clamó al cielo que, aún sombrío como sus pensamientos, cubría su mundo asfixiándolo con malicia.

La mañana llegó, aún mas triste que la noche. Con ella trajo algo de luz a su mente. Pensó, como pudo, el odio lo invadió nuevamente. Huyó a su mundo, se apartó de todo, o quiso hacerlo, antes debió enfrentar la realidad, ¿la ajena talvez?, aún hoy no podría saberlo.

Hoy pide a gritos comprensión, hoy exclama con toda su alma ¡NUNCA MÁS!, hoy no conoce razones, hoy se castiga sin sentido, hoy pide perdón y se sabe inocente.

Su ser, sensible, incomprendido, frágil, fue dañado. Su ser sufrió por estar donde no debía, el no abandonará su mundo, Nunca más.

nieve

Nevó, y mucho. A lo menos mucho para este pozo desértico. No recuerdo una nevada tal. Es cierto que no llegó a juntarse la nieve, que apenas se agrupó tímidamente sobre los techos de los autos o donde hubiera algún montoncito de pasto triste, pero, mientras alcance para poder tomarla entre las manos y moldearla, sentir el frío insuperable en los dedos hasta no sentir ya más nada, mientras se pueda hacer un pequeño corazón de nieve y dejarlo en el camino, habrá suficiente, no mucha, ni demasiada, sino suficiente.

Sucede que es casi mágica. Tiene la capacidad de convertir cualquier sitio en un lugar fantástico, de ensueños. Y no es lo mismo salir a ver la nieve, abandonar el lugar común, verla en la montaña, ni siquiera en el parque, es otra cosa, el ver ese árbol, el que te saca de quicio porque larga esa cosa que mancha la vereda, ver ése árbol cubierto de blanco, lo transforma, ya no es más el árbol de mierda que sólo ensucia, pasa a ser algo mágico, maravilloso, bello realmente. Y, al mismo tiempo, sigue siendo el mismo, ahí está la magia de la nieve, es como rociar lo diario con fantasía. Es estar, aunque más no sea por un pequeño periodo de tiempo, en un cuento de hadas.

producción y crítica

«Es como si durante los últimos cuatro meses se hubieran juntado el ente productor y el crítico, como pasa en todos los demás ámbitos, solo que acá era diferente, era nuevo.»

Sería una especie de resumen. Pero básicamente fue esa mi sesión anterior.

Está bueno poder razonarlo así, parece bastante simple: Para que algo pueda ser realizado de forma correcta requiere de una elaboración aplicada y una adecuada revisión y corrección. Pero en el caso de que éstas dos tareas intenten realizarse en un mismo momento, no podrá llevarse a cabo ninguna de ellas de forma satisfactoria y el producto jamás verá la luz.

Pienso, o pensé cuando lo dije, que es ése mi problema. No solo en relación al período literario oscuro que transito (del cual estoy saliendo lentamente) sino con respecto a todo lo que intento realizar, o, mejor dicho, todo lo que maquino y no llego a realizar. Parece bastante sencillo, debería poder, mediante un esfuerzo no demasiado grande de la voluntad, separar la producción de la crítica, y actuar para luego juzgar. No suena nada difícil…

Pero sí que lo es. Además me cuesta encontrarle un sentido practico ¿para qué querría actuar antes de juzgar? así mi accionar estaría plagado de torpezas, pasos en falso, errores perfectamente evitables, etc. No entiendo para que querría alguien ser así ¿Para ser feliz? Es una estupidez. Ya lo dijo Nietzsche: «si la felicidad fuera realmente deseable para el hombre, el idiota sería el ejemplar más bello de la humanidad».

No se que hacer: lo que podría servirme y hacerme bien, va contra mi pensamiento, es más, va contra el pensamiento en sí.

su mundo

Desde su mundo miraba, observaba y se asombraba. La humanidad le causaba gracia. Ese ir y venir constante de criaturas no podía ser pasado por alto fácilmente. A todo momento se encontraba rodeado por ellos, envuelto en su mundo de extravagantes frivolidades, pero nunca formó parte de ese universo vacuo y brillante, el siempre se mantuvo al margen, apartado, observando desde lo alto. Había momentos en que el tener que inclinar la cabeza para presenciar o participar de un acontecimiento de este mundo ajeno al suyo realmente lo irritaba, tanto que lo llevaba al límite de la locura. Por eso permanecía encerrado en su realidad, disfrutando de su territorio aunque no tuviera con quien compartirlo, sin bajar donde todos reían y lloraban sin sentido. Alguna vez creyó distinguir entre estos seres a uno de los suyos, pero siempre terminó desilusionado, odiando a esa persona tanto o más que a las demás, odiándose a si mismo por dejarse engañar.
Su vida, su mundo era una fortaleza inviolable, nadie nunca entraba en el, aunque pocas veces alguien lo había intentado.

yo no creo

Todo es tan simple que se hace difícil aceptarlo.

La clave debe de ser el no creer, lo que lleva a la tergiversación del todo hecho masa y echado a rodar sin precauciones. Esa falta de la certeza incomprobable, del pensamiento-apensamiento inmutable, permanente, no articulable debe de ser la causa.

Yo no creo. Lo pienso, ¿por qué lo digo? Porque es así, no tiene sentido, el “creer” en si mismo. Por eso mismo lo pienso la clave, lo que puede marcar la diferencia. No he terminado de armar aún el pensamiento, pero lo veo como algo bastante probable. Igualmente, son variables no susceptibles a ningún tipo de medición, por lo tanto se torna cuasi quimérico el encontrar un sentido explicable y aplicable en esta realidad. Yo pienso, en este momento, en este lugar, este “yo” que soy ahora, que la clave puede ser o debe de ser ese “no creo”.

Se puede complicar un poco el asunto al diferenciar la creencia del pensamiento, pero no demasiado. En realidad en mi mente es bastante simple:

El pensamiento es articulable, maleable, cambiante, tiende a ampliarse y a progresar. La creencia es estática, no permite que la persona avance.

Las diferencias son muy marcadas y no demasiado complicadas, la idea en mi cabeza fue no irme por las ramas ni armarme de “peros” para salir a combatir mis propias maquinaciones. Cualquier otra idea sobre creer y pensar se dejará afuera ahora mismo y se tomarán solo las mías. Cualquier definición exacta se hace a un lado para tomar estas imágenes que proyecta mi cabeza absurda. Por capricho, sí, pero también con el fin de llegar a algún lugar.

¿Cómo pueden el pensar y el creer ser la diferencia esencial entre locos y estúpidos?

locos y estúpidos

Locos y estúpidos

Este mundo se divide de esa manera

Lo dije sin ningún pudor hace un tiempo, ahora lo leo y pienso que debo de haberme sentido Nietzsche, o alguien de ese calibre, para aseverar tal cosa de forma tan arbitraria.

Igualmente, aunque hoy no me sienta Friedrich, volveré a decirlo:

La raza humana puede ser dividida en dos clases de personas: Locos y estúpidos.

El por qué de tan categórica definición de la humanidad no se encuentra al alcance de mi razón en este momento.

A ver, intentemos racionalizar. No tomemos por locos a quienes el diccionario define como tales, ni a los que la psiquiatría atribuye este nombre, ni tampoco a los amantes de la “joda loca” (je, gracias Noelia por este término). ¿A quién tomamos por locos en este caso? Quien piensa es loco, pienso yo, quien crea, quien racionaliza los sentimientos, etc. A esos llamo yo locos, y los admiro. ¿Me siento yo a su altura? Quiero alcanzar esa categoría, sin dudas, no me pienso a su mismo nivel, sí más cerca de eso que de la estupidez. Tenemos que pensar que en la categoría de locos están los llamados “genios”, o sea: grandes artistas y pensadores. Es difícil ponerse junto a ellos; pero tampoco el ser “loco” te hace “genio”, son escalafones diferentes. Sobre los genios ya habrá mucho por decir en otro momento, no me adelanto.

De los estúpidos no hay mucho por decir. Se entiende bastante bien.

-Entonces, locos y estúpidos.

-Así es.